Levantarte por la mañana con un cosquilleo en el estómago; no hay ganas de desayunar, preparas tu ropa, en la televisión la retransmisión del día anterior, el nervio se apodera de ti… te llegan mensajes, las horas pasan lentas… pero llega el momento.
Llega el momento y te despides de tu santuario diario como si no volvieras a llegar, miras aquella foto del que se fue, del que ha llegado, besas a tu familia, cierras la puerta y… hasta luego.
Te encuentras con los tuyos en aquel sitio de cada año, no salen las palabras… solo miras al cielo y sonríes “este año salimos”, piensas.
Llega la hora, todo a punto, mis manos empapadas me hacen pensar que no estoy haciendo bien la ropa, me fajo, me tiran... espero aquel grito de voz para meterme en el palo… por fin llega el momento.
Soplo, noto el murmullo de la gente esperando, me meto en el madero, me santiguo y escucho abrir el portalón… sale la Cruz de Guía, tensión. Llaman al martillo… “Poco a poco, venga de frente” habla el capataz, “a tierra los costaleros sin nervios”.
Suena el himno, ¡por fin estamos en la calle! camino del centro, lagrimeo, me acuerdo de mi infancia, de tantos momentos vividos, de aquella persona que me inculcó este mundo.
Por todo esto y mucho más, GRACIAS POR HACERME COSTALERO.
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